Adeptos Platónicos

martes, 22 de febrero de 2011

La muerte de Carlos Santos

Ésta es la redacción que envié en mi solicitud a Colegios del Mundo Unido. Como el plazo de recepción de solicitudes expiró el sábado, he decidido compartirla con vosotros, a ver qué os parece. La redacción debía ajustarse a 300 palabras. Narro la eutanasia de Carlos Santos, un hombre real que concedió una entrevista a Juan José Millás el día antes de quitarse la vida, atormentado por un cáncer. Tomo el artículo como base, pero la redacción es cien por cien original.




Cuando Carlos entró en la habitación del hotel, se paró a pensar en el lugar en el que iba a dar fin a su vida. Era amplio y confortable. Un denso chorro de luz cándida se colaba en la estancia a través de las ventanas, llenándola de vida. Cruel ironía.

Rápidamente, sacó de su mochila un yogur de fresa y el cóctel de auto-liberación que la asociación Derecho a Morir Dignamente en Madrid le proporcionó. Estaba dispuesto por dos pastillas contra la malaria, letales a dosis altas, y un hipnótico que le dormiría antes de que llegara el momento. Se dispuso a mezclarlo.

¿Morir? Un tumor entre la segunda y tercera vértebra de la espina dorsal ya le había privado de la vida. No. A sus 66 años, Carlos no deseaba morir aún, pero ya estaba condenado. La eutanasia sólo le salvaría de la horrible consecución de dolores que padecía, cada vez más insoportables. ¿Por qué tenía que dar ese difícil paso escondido en un hotel? ¿Por qué no podía hacerlo en un hospital atendido por profesionales?

Los sentimientos de rabia fueron sucedidos por los de ternura cuando recordó su dura infancia, su anhelo de viajar al extranjero. Se le humedecieron los ojos, pero se los secó inmediatamente. Se había prometido rechazar cualquier pensamiento nostálgico, reivindicativo o metafísico al estar tan cerca del ocaso. No porque no estuviera seguro de su determinación. Sino porque los melodramas no ayudan a quien quiere, simplemente, desconectar. Desvanecerse. Y ya está.

Así que, sin más preámbulos, Carlos procedió a ingerir aquella mortífera mezcla. Prestó atención a cómo los músculos de su garganta se tensaban para tragar, por última vez.

En poco tiempo se sumió en un profundo sueño. Y luego, en otro aun más profundo.

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2 comentarios:

  1. Me has dado una idea Quico, por cierto, me gusta bastante ehh!

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  2. Genial. Me encanta tu estilo de redacción. Este fragmento es estremecedor y es curioso como se pueden decir tantas cosas en tan pocas palabras. Mi más sincera enhorabuena.

    Un saludo

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